jueves, 29 de septiembre de 2011

ENTRE DOS VIDAS

ENTRE DOS VIDAS

 La vida que llevamos desde hace varios años, aparece disociada, en especial para nuestros hijos.  Son los primeros que experimentaron el crudo desdoblamiento de sus vidas por el hecho de tener padres separados.    Los primeros años; cómo es de fácil entender para el que atravesó tal situación; son los más difíciles y conflictivos, no porque con el tiempo dejen de serlo, sino porque uno trata de acomodarse a esa situación que no va a cambiar. Pero sí ha tenido que cambiar nuestra postura al respecto.
 En los primeros años es posible que no demos lugar a otro color que no sea el blanco o el negro, y sin más opciones. Pero con el tiempo te das cuenta que cediendo a los grises, se puede matizar la vida de otro modo.
 La disociación más tremenda que tienen que enfrentar los hijos, son los diferentes niveles sociales pero sobre todo económico que suelen compartir las más de las veces de modo contradictorio, según con cual de los padres esté, definitiva o circunstancialmente. Puedo llegar a tener  el conocimiento de la erosión que causa y ha causado en ellos, pero no la dimensión y magnitud, sólo se que existe y que además lidian frecuentemente, no por su acción, sino que sólo se trata de reacción a injustas o hirientes actitudes de adultos. Todo ha dejado su huella en ellos, buena y mala. Todo ha dejado huella en nosotros. Y quiero entender que hay un aprendizaje, es el más duro, porque es inevitable transitarlo con dolor. Pero se aprende a que lo único que importa, cuando del otro lado no hay cambios,  es mirarse a sí mismo; y  esa mirada incluye a los hijos; es valorarse desde el lugar que ocupamos, y cómo lo ocupamos,  es valorar la propia esencia, lo que es fundamental para esta vida y la de cualquiera, que es el amor de dar y entregarnos como somos, que frente a una vida llena de lujos adquirida, existe la verdadera, la que no se disfraza, la que no se posa, la que no se finge, la que  se siente y no se oculta. El apredizaje es haber trabajado con el tiempo, (y seguramente  no fue así desde en un principio, por eso es aprendizaje) en no profundizar la disociación ni la diferencia, sino en acercar esas dos vidas, entre la que cada uno de mis hijos tuvo que oscilar. El aprendizaje fue creer y trasmitir, que han tenido una oportunidad quizá no deseada, pero oportunidad al fin surgida de lo imponderable, de poder observar desde adentro y tener dos visiones absolutamente diferente de la vida para poder valorar, equilibrar y decidir en base a dos modelos, de los cuales estoy convencida superaran los errores de cada uno de ellos, de esa disociación, de esa contraposición, tomarán lo mejor  y lograran en sus vidas esa conciliación necesaria, para saber que finalmente su esencia se ha preservado, para crear el modelo superador que ellos necesiten. Serán mejores padres que nosotros. De eso estoy convencida.