Stefany, esperó ansiosa Hallowen. En la
víspera deseó con intensidad la llegada del treinta y uno de octubre. Ya tenía
doce años, pero desde que había comenzado a practicar ésta celebración, no
podía entender porqué su necesidad era cada vez más imperiosa. Se
había transformado en un rito inevitable. Al día siguiente se mantuvo su
estado de ansiedad y tensión, de tal modo, que al llegar la noche cayó en
un profundo sueño. Alguien la llamaba…
¡despiértate Gael!
Se despertó
sobresaltada al escuchar que la nombraban diferente. Era su madre con otro
atuendo y en otra casa. -¡Gael despiértate! ¡Ha terminado la temporada de
cosecha y comienza el año nuevo!- Era
algo inexplicable, pero Stefany en su sueño lograba comprender con claridad a que se refería su madre y
recordó el nombre que se le daba al nuevo año - comienza el Samhain- se dijo. El sueño se hizo profundo y no pudo
distinguirlo.
Mi querida
Gael levántate ha llegado la estación oscura, debemos prepararnos para celebrar el Samhain y recibir a nuestros
muertos. Ambas trabajaron arduamente según la costumbre celta, vaciando
calabazas obtenidas de su cosecha, las tallaron y las adornaron en su interior
con velas, encendieron la hoguera y prepararon gran cantidad de comida. Como se
reunirían esa noche con sus ancestros, debían ser cuidadosas para que ellos
estuvieran a gusto. Eso sí, no debían olvidar dejar comida en la puerta, para
alejar a los malos espíritus.
Gael - le
dijo su madre - ve a colocar la comida fuera de la casa. - Sí madre- respondió
Gael. -Oye niña no olvides de ponerte el atuendo especial, ese tan
tenebroso que te preparé con el que espantarás a los malos espíritus cuando
salgas. Gael salió como ordenó su madre y en ese instante se le apareció un demonio.
Yo soy Aamón – dijo con gesto maligno - y te he dado el conocimiento del pasado
y del futuro.
No es posible – respondió Gael con un hilo de
voz - yo no lo conozco.
El demonio
enojado, echó un halo de aliento pestilente sobre su cara, y en el acto Gael
recordó su vida anterior – se vio a sí misma reclinada sobre una mesa,
sosteniendo una pluma delante de alguien más temible que el demonio- había
firmado el pacto con el diablo.
Su alma ya
no le pertenecía sólo contaba con los dones recibidos, a cambio Gael debería
hacer una ofrenda todos los treinta y uno de octubre en cada una de sus vidas.
Cuándo Stefany despertó, buscó su atuendo para el
ritual, para los demás sería el disfraz de bruja. Salió de su casa, se mezcló con los otros niños, entre ellos
estaba su ofrenda. Se regodeó con el
juego de hallowen golpeando puertas, mientras Aamón cómo testigo vigilaba el cumplimiento
del pacto. Ninguno tenía intención de no cumplir con su deber.
[i] Este cuento fue escrito por mutandocerebro
para participar del concurso semanal de microcuentos de “Extravaganzia”.
Tema del
certamen: “Hallowen”